viernes, 28 de junio de 2013

James Bond y las aves del Caribe

James Bond, el agente 007

Cuando en 1953 Ian Fleming buscaba un nombre anodino para el Agente 007, protagonista de sus novelas, se encontraba de vacaciones en Jamaica. Escribía entonces Casino Royale y nada que le salía un nombre para ese agente con licencia para matar. Tenía cerca un libro que le ayudaba en su pasatiempo de bird-watcher: Birds of the West Indies, obra de un ciudadano estadounidense, nacido en Filadelfia, llamado James Bond. ¡Eureka! Con ese nombre bautizó al personaje ficticio que aún es sinónimo de aventura y glamour, gracias a la magia del cine.
Ian Fleming
1908-1964
Mientras ejercía un cargo diplomático en Puerto España, Trinidad y Tobago, conseguí en una librería ese libro. Para entonces desconocía la historia de Ian Fleming y cómo éste había conseguido el nombre para su protagonista, y en consecuencia no reparé en que ambos, el ornitólogo y el agente secreto portaban el mismo nombre, o si lo hice no le di importancia porque, efectivamente, es un nombre anodino. Lo compré de inmediato porque me gusta observar pájaros y me daba una perspectiva de la región diferente a la de la política, la economía o la cultura. Birds of the West Indies me acompañó hasta que se perdió el embarque de mi menaje doméstico y efectos personales entre Haití y Canadá. Es una de las pérdidas que lamento.
El libro de pájaros de James Bond, sin tener la calidad de presentación en impresión de Una guía de las aves de Venezuela (Armitano, Caracas, 1979), de Williams H. Phelps Jr. y Rodolphe Meyer de Schauensee, no deja de ser una obra de mérito y tiene incluso un detalle que ayuda a la identificación de la especie a través de la onomatopeya, cosa que es de gran utilidad cuando se escucha un canto, un parloteo o graznido mientras se está observando a un individuo. Recuerdo que una tarde de un sábado, mientras miraba unas Madame Sara en el jardín de mi casa en la Rue Reimboldt cerca de Puerto Príncipe, se me acercó el muchacho del patio de los vecinos a preguntar que estaba haciendo; le expliqué que miraba esos pájaros, pero que no daba con el nombre. El muchacho los identifica y le traduzco del inglés al creole lo que dice el texto, incluyendo la onomatopeya. Quedó impresionado... Tal cual-me dijo. Luego de preguntarme por otras aves, siguió limpiando el patio. Ese es el valor real del libro del viejo Bond, no el agente, sino el ornitólogo.
James Bond, el ornitólogo, en 1974
(1900-1989)

NOTA: Según me dijo un librero, el libro de Phelps y Meyer de Schauensee es escaso (sólo se consigue de segunda mano) y no se espera que sea reeditado por un problema en la distribución de regalías entres los autores del texto y los ilustradores. Además, Armitano Editores, una vez muerto don Ernesto, vendió sus existencias y cerró. Tengo la suerte de conservar el ejemplar que compré en 1979.

2 comentarios:

  1. Caramba! Me he quedado sin palabras, desconocia totalmente esta historia, y tremendo tesoro es este libro.
    Mil gracias por este post, me ha sacado una grata sonrisa y nuevamente aprendi algo nuevo. Un abrazo

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