viernes, 18 de enero de 2013

Leer al divino marqués

Retrato imaginario de D. A. F. de Sade
Man Ray, 1938
Mi primer encuentro con la obra de Donatien-Alphonse-Francois de Sade, el Divino Marqués, fue a través de su obra Julieta o Las prosperidades del vicio, que me prestó una amiga que estudiaba conmigo en la universidad. Tendría yo unos 19 o 20 años. El libro, si mi memoria no falla, era un extracto de la obra y se centraba en las escenas "porno", con exclusión total de su mensaje político. Debo confesar que, a pesar de mi tierna edad y mi inocencia, devoré el libro en unos días y me dije: ¡Vaya señor! ¿De aquí su fama? Para entonces, años 70, había pocas traducciones al castellano de la obra de Sade, y en Caracas era casi imposible de encontrar. Me prometí que investigaría un poco sobre este señor y su obra. Leerlo no es fácil.

Jorge Gaitán Durán
1925-1962
Unos años más tarde conseguí el libro El libertino y la Revolución (Biblioteca Jucar, Madrid, 1973) del escritor colombiano Jorge Gaitán Durán, quien tiene tres obras dedicadas a la crítica de los textos del Marqués de Sade. Gaitán prefiere el enfoque sociológico por encima del simple aspecto sexual. La contraportada del libro nos aclara:
La interpretación de la compleja figura humana y literaria del marqués de Sade parece admitir los más varios y aun contradictorios enfoques. Jorge Gaitán Durán ha elegido el de la indagación de índole sociológica o, más concretamente, el del análisis de unas motivaciones fundamentalmente basadas en lo que podría llamarse la filosofía del erotismo.
El autor ahonda en la personalidad de Sade a través de unos resortes donde el concepto de libertinaje opera, desde su más simbólica situación límite, como un factor de revulsivo social. Las soluciones o planteamientos de Gaitán Durán pueden ser discutibles, pero en ningún caso dejan de contener una abundante dosis de agudeza y singularidad. Usando un sistema de referencias de índole empírica, se abordan en este ensayo no pocas formulaciones de intrépida constatación revolucionaria, cuyos dispositivos ideológicos pueden coincidir con algunas consabidas tesis de Sartre o Bataille.
Creo que allí está la clave para comprender a Sade y su obra. No es ni un texto de filosofía, como algunos plantean, ni un Kamasutra de la era de la Ilustración. Por el contrario, es una especie de manifiesto político contra una sociedad estamental en franca decadencia. Un sistema destinado a perecer en la vorágine de la Revolución Francesa, mientras sus élites no parecían notarlo (tal vez porque los dioses enceguecen a quienes quieren perder). Hace unos días leí en el grupo "Libros" de Facebook, una expresión de uno de sus miembros; decía: "...así me encontré releyendo al Marqués de Sade, y me pareció que lo recordaba mejor de lo que era, me pareció un filósofo mediocre y un pornógrafo aburrido..." Buscar pornografía o filosofía en Sade es perder el tiempo. Hay que entender lo que el libertino quería decirnos. Para eso yo recomendaría buscar ediciones que estén precedidas de un buen estudio crítico. Estas ediciones son escasas.

Con el tiempo, y guiado por lo que me decía Gaitán comencé a leer la obra a medida que los conseguía en la librerías. Tuve la suerte de conseguir a Justina en un volumen que incluía el relato El presidente burlado (Akal Editor, Madrid, 1978) edición a cargo de César Santos Fontenla. Contiene además una buena aproximación al autor y su obra, seguida de una cronología y un listado bibliográfico sobre el Marqués de Sade. La versión que se nos presenta es la de 1787 (hay tres versiones que escribió Sade sobre los infortunios de la virtud: un cuento filosófico redactado en La Bastilla en 1787 y se llama Les Infortunes de la Vertu; la segunda una novela -mi favorita- publicada en 1791, titulada Justine ou Les Malheurs de la Vertu, y la tercera, editada en 1797, La Nouevelle Justine, seguida de Histoire de Juliette sa Soeur). Esta Julieta "no fue publicada sino en 1930, gracias al trabajo de Maurice Heine, uno de los hombres que más han hecho, junto con Gilbert Lély por sacar al Marqués del 'Infierno' en que, junto a su obra se hallaba confinado".

Del estudio preliminar entresaco:
Ponerle peros al escritor Sade es fácil, o más bien lo sería si quienes lo hacen le hubiesen leído. Sade, ya se ha dicho, es machacón. Se repite. Cae, a veces, en la tentación de la "tesis". De acuerdo. Pero, ¿no serían todos estos "defectos" achacables igualmente a Shakespeare, a Cervantes? ¿Puede decir que en el Quijote no hay repeticiones, machaconerías y afanes probatorios? ¿Puede afirmar alguien lo mismo del ciclo Falstaff, de los Enriques, de las comedias, incluso, del llamado "bardo de Avon"? ¿Excluye ello de algún modo su grandeza? Cabe pensar que no, y que ni siquiera constituye un fallo. El problema es otro. El problema radica en que mientras Cervantes o Shakespeare -por citar dos nombres elegidos al azar- son juzgados como escritores, Sade, generalmente, lo es como simple piedra de escándalo. Por su vida y por su obra. Como si en la obra de los autores citados a título de ejemplo o en su vida no hubiera también de qué escandalizar a quienes aún se escandalizan por lo que no debería escandalizar a nadie, y valga el mal juego de palabras y conceptos. Lo que ocurre con Sade es que, siendo la mayoría de su obra póstuma, pero habiendo surgido el escándalo en vida del autor -que lo pagó a buen precio-, la leyenda se ha superpuesto a la realidad, el odio al conocimiento, la condenación al análisis. Y si hay una vida y una obra que están precisando un análisis -no pretendo que el que necesita sea el obligatoriamente breve en que intentan consistir estas líneas, por otra parte apasionadas- esas son las de Sade.
Hace unas semanas adquirí otra edición de Justina o Los infortunios de la Virtud (Cátedra, Madrid, 2010), que va precedida de una amplia Introducción a cargo de Isabel Brouard, sobre la época, la vida y la obra de Sade y, por supuesto, sobre Justina:
No hay duda, pues, de que, incluso para su autor, Justina era algo desmedido y sobre todo peligroso, ya que se siente en la obligación de excusarse por su autoría, e incluso, posteriormente, acosado por el miedo a una nueva detención por su fama de moderado y de escritor pornográfico y por su condición de aristócrata que lo convertía en sospechoso, de negar haberla escrito: "Mis pinceles, según dicen, son demasiado fuertes. Presto al vicio rasgos excesivamente odiosos. ¿Queréis saber por qué?... porque no quiero hacer amar al vicio, porque no tengo, como Crébillon o Dorat, el peligroso proyecto de impulsar a las mujeres a sentirse atraídas por los personajes que las engañan... Por el contrario: quiero que los detesten. Porque es el ,único medio para impedir que se dejen arrastrar por ellos. Y para conseguirlo, he hecho tan espantosos a mis personajes que siguen la carrera del vicio, que estoy convencido de no inspiran piedad ni amor. Me atrevo a decir que en eso soy más moral que los que se creen en el derecho de embellecerlos (...) jamás, lo repito, jamás pintaré el crimen con otros colores que los del infierno. Quiero que lo vean al desnudo, que lo teman, que lo detesten...
Ahí tenemos lo que el autor nos dice sobre su obra. Cuando uno lee a Justina, que persevera en la virtud en medio de las adversidades (cada vez que obraba bien, conforme a su conciencia, le iba peor), el lector se da cuenta de que ser virtuoso paga. Los personajes viciosos que nos presenta el Marqués de Sade, no son sexy, ni despiertan la voluptuosidad; son unos seres asquerosos que siempre andan justificando racionalmente lo que los lleva a actuar como lo hacen. En cambio, sus infortunadas víctimas inspiran la compasión. Así de simple.

Ilustración de la época. Muestra alguna
pose sugerida por Juliette
La hermana de Justina se llamaba Julieta. La Julieta que tengo sí está completa (no como la que me prestó mi amiga hace 40 años). Son tres tomos gruesos de casi 500 páginas cada uno editados por Editorial Fundamentos, Madrid. Es una obra casi interminable a la que hay que encarar con paciencia y dedicación. Las escenas porno son tan estudiadas y sobreactuadas que, si fueran reales serían un "mal polvo", tal vez el cómplice del vicio se duerma durante la perorata filosófica del otro libertino explicando el por qué de sus acciones, blasfemando y hablando hasta por los codos. Sin embargo, creo que merece ser leída con detenimiento. Lamentablemente, esta edición no tiene estudio preliminar, sino una nota editorial extremadamente breve:
La Historia de Juliette o las prosperidades del vicio se desarrolla paralela a la de su hermana Justine, o las desdichas de la virtud, las hermanas tienen que separarse iniciando su vida por caminos muy diferentes.
Sade dedicó a cada una de ellas una extensa parte de su producción literaria. Pero así como el personaje de Justine lo elaboró varias veces, ampliando la obra anterior hasta llegar a la Nouvelle Justine, no ocurrió lo mismo con Juliette, que es un personaje más vivo y espontáneo y que constituyó desde el principio una novela unitaria y completa.. Publicada en 1797 en seis volúmenes, es la obra más extensa del Marqués de Sade...
También leí Las 120 jornadas de Sodoma (Tusquets Editores, Col. La sonrisa vertical, Barcelona, 1995), regalo que me trajo de Santiago de Chile el buen amigo Edgardo Mondolfi Gudat, para entonces un gran compañero de trabajo con quien sostenía interesantes y cultísimas conversaciones. ¡Gracias, Edgardo! Esta edición, con una traducción muy bien cuidada de Joaquín Jordá, tampoco tiene un estudio preliminar. La solapa nos da una breve noticia sobre ella:
Esta es la primera novela de la estremecedora obra narrativa del marqués de Sade. La escribió, según su propio testimonio, en 37 días del año 1785, cuando esta prisionero en La Bastilla. El manuscrito original consiste en un rollo de papel de 12 centímetros de ancho por 12, 10 de largo, totalmente cubierto de una letra apretada y menuda. Cuando Sade fue trasladado a otra prisión, se perdió el manuscrito, de tal manera que el autor nunca conoció su destino posterior. Reapareció en 1904, gracias a una edición privada de 180 ejemplares, en Alemania. Hasta 1931 no vuelve a publicarse, esta vez en Francia, al cuidado de Maurice Heine, y en tres tomos. Pero la primera edición completa, no expurgada y en edición comercial, no salió a la luz hasta 1953 gracias al gran editor francés Jean-Jacques Pauvert...
Todo empieza cuando se reúnen cuatro libertinos y formulan un plan para ocupar 120 jornadas en los más inimaginables excesos sexuales, para lo cual redactan un código que ordenará el gran desorden carnal de cada una de sus largas sesiones de desenfreno. Lo que sigue es la descripción fría, casi científica, de todo cuanto la fantasía erótica del ser humano se niega a imaginar por temor precisamente a dejarse arrastrar por lo que estos cuatro libertinos parecen no tener inconveniente alguno en practicar. Nos adentramos con ellos en el dominio absoluto del Mal, con todos sus sistemáticos, meticulosos e implacables rituales. Este es el territorio en el que han desaparecido todos los límites que impone cualquier moral...
Las escenas de Las 120 jornadas comienzan muy detalladas, pero en la medida que avanza el texto, las escenas se hacen más esquemáticas y abocetadas. Sirvió de inspiración para la película Saló de Pier Paolo Passolini (para verla, ingresar por aquí), quien la adaptó a la época fascista en Italia. Es como un Boccacio o un Chaucer sórdidos.

La editoria EDIMAT ha publicado en ediciones económicas varias obras del Marqués de Sade: La filosofía en el trocador y La marquesa de Gange, ambas editadas por Edimat Libros, Madrid. Los estudios preliminares no son gran cosa, pero ayudan a comprender la obra de D. A. F. de Sade:
Filosofía en el tocador... En esta obra puede decirse que el autor prefirió la ironía, el diálogo y las relaciones humanas para ofrecer una crítica de la sociedad y, al mismo tiempo, un juego de pasiones muy caracyterístico. Un trabajo que nos recuerda a Aretino y a Boccacio, los grandes escritores italianos que supieron plasmar las debilidades y los vicios de la sociedad en que vivían. Lo mimo consigue Sade, sin olvidarse de lo original.
La Marquesa de Gange es otra cosa:
... es una de las pocas novelas cuya autoría ha sido reconocida por el Marqués de Sade, más tradicional en el tratamiento argumental y lingüístico que sus producciones más afamadas como Justine o Los infortunios de la virtud, Los 120 días de Sodoma o Filosofía en el tocador. Cuenta la historia de una joven hermosa e irresistible que, en medio de un idilio amoroso, sufre el acoso y los sucesivos juegos seductores de los hermanos de su marido, y cuya defensa y resistencia a la pérdida de la virtud van armando el argumento hasta el fatal desenlace.
Las obras del Divino Marqués se encuentran gratis en Internet; sólo hay que saberlas buscar y tener la paciencia para leerlas. Ahora ¿Cómo leerlas?... Con calma y detenimiento sobre papel. La vista se cansa fácilmente frente a una pantalla  y la fatiga llega luego de dos o tres cuartillas. Nada como el papel y la tinta.

También recomiendo otras lecturas antes de embarcarse en la tarea de escudriñar el mensaje de nuestro Marqués. Para eso necesitamos revisar algunas de sus biografías, como por ejemplo:

The Marquis de Sade, a life (Picador, Oxford, 1999) de Neil Schaeffer, profesore de literatura inglesa
Marqués de Sade, una vida ((Vergara, Buenos Aires, 2000), por Francine du Plessix Gray, descendiente del marqués de Sade
O la novela Ciudadano Sade (Areté, Barcelona, 1999), de Gonzalo Suárez, que es, además de entretenida, otra visión sobre el Divino Marqués.
Espero que cuando encuentren una obra de Donatien-Alphonse-Francois de Sade no piensen en la pornografía o la filosofía, sino en la sociedad en la que le correspondió vivir y su ataque a lo que él consideraba que debía cambiar: religión, Estado y familia.

D. A. F. de Sade
Único retrato conocido del autor.

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