miércoles, 8 de agosto de 2012

Un cuento oriental



LA FLOR DEL NENÚFAR

 
Había una vez,  en un reino muy lejano, un rey que enfermó gravemente. Por palacio habían desfilado enfermeros, curanderos, hechiceros, magos, y nadie encontraba un remedio que curara al augusto enfermo. Un buen día apareció en palacio un genio que decía saber cuál era la cura para la enfermedad del rey: necesitaban conseguir la flor del nenúfar.

El rey, que ya lo había intentado todo, mandó al mayor de sus tres hijos en busca de esa flor, pues era su única esperanza. El hijo mayor cogió comida y bebida, se montó en un caballo y marchó. Después de varios días de cabalgar sin parar el hijo mayor se encontró con una viejecita miserable por el camino, y decidió parar a preguntar:
- ¡Oye, vieja!- dijo el hijo mayor.- ¿Tú no sabrás dónde puedo encontrar la flor del nenúfar?
- ¡Ay niño, que vieja y sola estoy! ¿Tendría algo de comida para mí? Tengo hambre.- contestó la anciana.  
- ¡No!- gritó el hijo mayor y se alejó cabalgando.
Pasaban las semanas y el hijo mayor no regresaba, entonces, con mucha pena, el rey mandó a su segundo hijo a la búsqueda de la mágica flor. El hijo mediano cogió comida y bebida, se montó en un caballo y partió. Después de varios días de cabalgar sin parar, el hijo se encontró con una viejecita miserable por el camino, y pensó que sería buena idea parar y preguntar:


- ¡Buenas viejecita! Ando en busca de la flor del nenúfar, ¿me podrías ayudar?- preguntó el hijo mediano. 
- ¡ Ay niño, que vieja y sola estoy! ¿Tendría algo de comida para mí? Tengo hambre - contestó la vieja.
 - ¡No, me queda poca y es para mí!- dijo el joven príncipe mientras se alejaba.

Continuaron pasando las semanas sin noticias de los hijos mayores y el rey empeoró; entonces, muy disgustado, envió en busca de la flor al único hijo que le quedaba, el menor de ellos. El joven se aprovisionó de comida y bebida, subió en un caballo y se puso en marcha. Cuando llevaba varios días cabalgando se encontró en el camino con una miserable anciana y se paró a preguntar:
- ¡Buenos días! Mi padre está muy enfermo y ando buscando la flor del nenúfar, ¿podría ayudarme? - preguntó.
- ¡Ay niño, qué vieja y sola estoy! ¿Tendría algo de comida para mi? Tengo hambre.- dijo la miserable anciana.
- Tengo agua, un poco de pan, un poco de queso y algo de carne, pero lo puedo compartir contigo.- contestó el hijo del rey.
Se sentaron juntos y compartieron todos los alimentos, menos la carne. Entonces la anciana le contó al niño que debía de seguir cabalgando por varios días hasta encontrar una vieja casa vigilada por dos leones. Dentro de la casa estaba la flor que buscaba, pero para poder entrar debía de darle un trozo de carne a cada león. El hijo pequeño escuchó todo lo que le dijo la anciana y emprendió la marcha.

Al cabo de varios días, el príncipe encontró la vieja casa con los dos leones en la puerta e hizo todo lo que la viejecita le había indicado. Consiguió la flor, y muy contento se puso de regreso a casa, cuando por el camino se encontró con sus dos hermanos:
- ¡Mirad hermanos, mirad! ¡La he conseguido, he conseguido la flor!- gritaba de ilusión el hermano menor.
Pero sus hermanos mayores, celosos de que el más pequeño hubiese conseguido la flor, lo mataron y lo enterraron en el camino. Volvieron a casa con el maravilloso nenúfar y el padre se curó.

Un pastorcito que paseaba tranquilamente por allí se sentó junto a las cañas y tuvo la idea de hacer una flauta. Una vez acabada se dispuso a tocarla, y de ella salió una hermosa canción:

Pastorcito no me toques ni me dejes de tocar,
mis hermanos me mataron por la flor del nenúfar.

 Entonces el pastor se acordó de que había una fiesta en palacio para festejar la buena salud del rey, y pensó que a todo el mundo le gustaría su flauta mágica. Se presentó en palacio y tocó para el rey:

Pastorcito no me toques ni me dejes de tocar,
mis hermanos me mataron por la flor del nenúfar.

El rey se quedó helado, le quitó la flauta al pastor y obligó a sus hijos a tocarla:

Hermanito no me toques ni me dejes de tocar,
hermanito me mataste por la flor del nenúfar.


El rey completamente desolado le pidió al pastor que lo llevara ante la tumba de su hijo para darle un entierro digno. El pastor obedeció y condujo al rey hasta la tumba. Cuando se hallaban ante ella apareció una viejecita miserable, el genio, que con su gesto hizo aparecer de la tierra al hijo menor vivo. El rey, llorando, abrazó a su hijo menor y desterró para siempre a sus dos hijos mayores.



Mi ciberamiga Antonietta Capodieci me envió esta mañana el cuento que comparto ahora, y me advirtió que ella lo había conocido con referencia la flor del nenúfar (no de lila, como era la versión que me envió). Pues bien, en testimonio de nuestra amistad electrónica, hice algunos cambios, adaptaciones y correcciones y lo ilustré con miniaturas del Imperio Moghul (Jahagir Khan y Shah Jahan). El mensaje es claro:
 Debemos ser caritativos, pues eso rinde múltiples frutos.

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