miércoles, 23 de mayo de 2012

Colaboración entre La Fontaine y Chagall

FÁBULAS
La Fontaine/Chagall
Carátula
Hace una semanas, en una feria del libro efectuada en Caracas, compré, entre otros un ejemplar de la Fábulas de Jean de la Fontaine ilustradas ni más ni menos que por Marc Chagall (Libros del Zorro Rojo, Barcelona, 2011). Es un libro bello que, además de contener esas fábulas cartesianas ilustradas por el gran Chagall, está muy bien diagramado ¿Dónde lo ponemos en la biblioteca? No será en la sección de literatura francesa, sino en un sitio entre los libros de arte y los de leer; allí -Sección libros bellos- donde están obras con grabados de Gustave Doré, por ejemplo.

El libro contiene 43 gouaches firmados por Chagall para las fábulas de La Fontaine, en una iniciativa de 1930. Las ilustraciones, en su momento, se vendieron entre coleccionistas dispersos y ahora han sido puestas en contexto. La escogencia del ilustrados, me parece, fue avanzada para su época. Tal vez los lectores de La Fontaine preferirían  grabados románticos o cualquier ilustración de un artista francés, aunque fuera mediocre. Completa el libro dos artículos sobre Chagall como ilustrador de Las Fábulas, y sobre las críticas que las ilustraciones recibieron en su momento, por Didier Schulmann.

De la contraportada cito:
Presentadas por primera vez en París en 1930, las ilustraciones de Marc Chagall para las Fábulas provocaron virulentas reacciones, tintadas de abierto antisemitismo, por otra parte de algunos críticos de la época: "¿Cómo un judío eslavo osaba acercarse al alma latina?" -se llegó a sugerir-. Mientras, otras voces descubrían un nuevo lenguaje, onírico y colorista, que recogía gran parte de los avances de las vanguardias y mostraba la necesidad de revitalización de la cultura francesa del período.
En la presente edición Libros del Zorro Rojo recupera cuarenta y tres gouaches firmados por Chagall para las Fábulas de La Fontaine, un conjunto que constituye un tramo vital del artista en el que reafirma su genio a medida que crece su notoriedad, en el que consolida su inserción social como migrante al tiempo que su arte se distingue y marca una época.
Transcribo una de las fábulas:


LA RATA METAMORFOSEADA EN DONCELLA

Una rata cayó del pico de un cárabo;
yo no la hubiera salvado,
pero un brahmán lo hizo, bien lo creo:
cada país tiene su pensamiento.
La rata estaba muy mal.
De esta suerte de prójimo
nos preocupamos poco. Pero el pueblo brahmán
lo trata como hermano; según su creencia,
nuestra alma, al provenir de un rey,
entra en una cresa, o en cualquier otro animal
que la Suerte quiera. Es un punto de su ley.
Tomó de ellos Pitágoras quizá este misterio.
Desde este fundamento, el brahmán creyó sensato
rogar a un hechicero que alojase a la rata
en un cuerpo donde ya hubiera vivido antaño.
El hechicero la transformó en muchacha
tan hermosa y tan gentil, de apenas quince años,
que el hijo de Príamo se hubiera prendado de ella
más intensamente que de la griega belleza.
Se sorprendió el brahmán de algo tan novedoso.
Dijo así a este dulce objeto:
-No tiene más que elegir; pues todos están celosos
del honor de ser su esposo.
- En este caso -dijo ella-, doy mi voto
al más poderoso de todos.
-Sol -gritó entonces el brahmán postrado-,
tú serás nuestro yerno.
-No -respondió el Sol-, ese nubarrón negro
puede más que yo, pues oculta mis rasgos.
Te aconsejo que lo elijas.
- Bien -dijo el brahmán a la nube efímera-,
¿has nacido para mi hija? -No, lo siento; pues el viento
me empuja a su voluntad de una parte a otra;
Nada puedo hacer contra los derechos de Bóreas.
El brahmán exclamó enfadado:
-¡Oh!, viento, dado que viento sopla,
ven a los brazos de nuestra hermosa.
Acude el viento: en el camino un monte lo detiene.
La pelota pasa a éste,
que la devuelve diciendo: -Tendría una disputa
con el ratón; y ofenderle,
a él, que puede perforarme, sería locura.
Al oír la palabra ratón, la doncella
aguzó el oído; él fue el esposo elegido.
¡Un ratón! ¡Un ratón! Es de esas sorpresas
que tiene el amor, como vemos en ésta y aquélla.
Mas quede esto inter nos.

Tendemos al lugar de donde venimos. Esta fábula prueba
bastante bien este principio; pero, al verla de cerca,
hay algo de sofisma en ella:
¿pues qué esposo no es al sol preferible,
comportándose así? ¿Cabe decir que un cíclope
es menos fuerte que una pulga, aunque ella le pique?
El ratón debía entregar, por el mismo concepto,
la bella al gato, el gato al perro,
el perro al lobo. Y por medio
de aquel circular argumento,
Pilpay hasta el sol remontando se hubiera;
el sol hubiese gozado de la joven belleza.

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